REPENSAR LA NOVIOLENCIA
Mañana 10 de diciembre, día de los derechos humanos, se
celebrará el funeral de Nelson Mandela. Nunca, en mi vida, había percibido
tanta hipocresía y cinismo al evocar la memoria de un personaje público.
Cantidad de personajillos de escasa o nula catadura moral se atreven a emitir loas a la vida y obra de
Madiba. Son las altas jerarquías, de
todo el mundo, que más están esclavizando al ser humano con sus criminales políticas, los que
perpetúan la opresión y miseria para con
los débiles, mientras defienden con sus injustas leyes a quienes más se
benefician y de quienes se amamantan. Estos, son los que hoy se deshacen en
elogios de alguien como Nelson Mandela.
¿Qué hay detrás de ello?...pues son de los que jamás dan puntada sin
hilo,… ¿Qué es pues lo que pretenden?
Ojo… nos quieren vender su imagen de Madiba. Su imagen como
modelo de lo que entienden por no violencia: acatamiento, obediencia,
sometimiento y resignación… en dos palabras,
olvido y sumisión.
Por ello es imprescindible hacer un poco de historia
reciente. Los modelos de Gandhi y Martin Luther King, entre otros muchos, habían quedado un tanto
empolvados como iconos. Sin embargo,
hace unas décadas, cuando los movimientos sociales fueron tomando auge
reivindicativo, poco a poco asumieron la noviolencia como vertebración
fundamental de su lucha. Un número de personas, cada día mayor, apoyaba y
participaba de esta opción, (protestas contra las cumbres del G8 Génova, Londres,
Barcelona, Movimiento de Indignados por todo el mundo, etc.). Las fuerzas de control y
represión, se vieron en la necesidad de
buscar la forma de criminalizar esta forma de protesta… y comenzaron a infiltrar
grupos violentos encargados de justificar la violencia represiva policial. La
red está llena de ejemplos claros… (¡!!Que soy de los vuestros!!!). Como
siempre… había que restablecer la seguridad y el orden. Por un lado se
condenaba la participación y por otro se
abortaba el que más personas se pudieran animar a manifestar su desacuerdo.
La lucha social ha encontrado la grieta del sistema y la forma de actuar: la
noviolencia activa y la desobediencia civil.
Para evitar que esto se expanda, los gobiernos recurren
inmediatamente a modificar su “legalidad” por un lado y a reprimir
salvajemente ese tipo de actos. Esto va parejo de todo un programa de
des-información y difamación ya probado. Es la euskaldunización de todo el estado. Permite ver la implantación en todo
lugar por parte de cualquier miembro del “orden” de actos de represión, violencia
gratuita, abuso de autoridad, torturas, etc.… que lejos de ser condenadas han
sido motivo de ascensos e indultos, para sus practicantes. Amparándose en el
valor probatorio de la palabra de la policía.
En paralelo a esto, se procede a la privatización del
acceso a la “legalidad” (que no Justicia) y a la vez la judicialización de lo
político. Cualquier acto ciudadano autónomo contra este corsé a las libertades
es sancionado vía administrativa y penal con elevadas cantidades económicas que
conllevan el embargo inmediato en caso de impago. Tasas prohibitivas para las
clases que las sufren, que convierten en imposible acudir a esta vía. Con ello
cierran el círculo con el que ahogar cualquier forma de lucha por la libertad.
La palabra mágica pasa a ser: “seguridad”. Pero… ¿Quién nos guardará de los
guardianes?
Las formas tradicionales de lucha, se ven
enormemente afectadas, las huelgas… obsoletas, la confrontación en las calles…
criminalizada. Una nube se extiende: el miedo. El miedo que han inculcado entre
nosotros y en nuestros entornos. Defenderse y luchar contra la injusticia
puede suponer la pérdida de “mis bienes” y el de los míos. Este miedo llega a ser mayor que el producido
por el temor a los golpes de las porras o el encarcelamiento. Estábamos preparados para luchar en el mundo
de Orwell y ahora resulta que el auténtico peligro estaba en el de Huxley.
Es entendible que la nueva ley de seguridad
ciudadana haya pillado con el paso cambiado a los luchadores de la
acción-reacción. Es sonoro el silencio social ante esta modificación. Parece el resultado de un
estado de shock.
Por todo esto, y ante tanta injusticia, es imprescindible
no desanimarse. Vamos por el buen camino: comprender y asumir que ha llegado el
momento de afianzarnos en la noviolencia y la desobediencia civil. Es tiempo de abandonar
actitudes pasivas y recoger el testigo de un compromiso activo en la lucha frente
a las injusticias. De una actitud clara, decidida y valiente. Hoy las
injusticias no están sólo en la India, ni
en Sudáfrica, ni en países concretos. Con la globalización, están en todos los rincones del mundo…
la injusticia anida también, y eso es lo peor, en ti… en mi… cuando, por
omisión, somos cómplices perpetuadores de ella.